Personaje
Ocho historias para despedir a Karen Poniachik
Ante una muerte sorpresiva, precoz, dolorosa, siempre están las palabras. Como una forma de protegerse, de consolarse, de salvar del olvido. Así ocurrió el miércoles pasado, apenas se conoció el deceso de Karen Poniachik.
La periodista, magister en relaciones internacionales, primera mujer en ocupar el Ministerio de Minería, directora de empresas y un largo currículum en el mundo público y privado, murió a los 57 años debido a un cáncer de páncreas.
De inmediato las redes sociales, las conversaciones y los recuerdos empezaron a poblarse de palabras. Que era matea, que tenía carácter, que rompía moldes. Todos escribían. Desde compañeros de universidad hasta el exPresidente Ricardo Lagos, quien en un tweet la llamó “pionera”.
Otros hablaron el jueves en su funeral. O enviaron cartas a la familia, como la exmandataria Michelle Bachelet, quien comienza diciendo: “Quiero transmitirles mi más sentido pésame en estas horas de dolor. Es cierto que Karen Poniachik nos dejó demasiado temprano, que la sorpresa dio paso a la pena para quienes la conocimos. Pero se ve cercana la paz al constatar que esta mujer, adelantada a su tiempo, abrió un ancho camino para miles de chilenas”.
Palabras. Momentos. Recuerdos. Amigos y cercanos a Karen Poniachik contactados por DF MAS cuentan historias que compartieron con ella. Un último retrato de despedida.
Jazz en el Blue Note
El gerente legal de Quiñenco y exministro de Interior de Sebastián Piñera, Rodrigo Hinzpeter, era cercano a Poniachik desde los 18 años. “Fuimos muy amigos. Compartimos grandes conversaciones, también discusiones porque no siempre tuvimos los mismos puntos de vista. Recuerdo que cada vez que yo la visitaba en Nueva York (donde ella vivió más de una década), íbamos juntos a escuchar jazz a un local muy conocido que se llama Blue Note. Eso refleja la diversidad de gustos que tuvo ella y su espíritu gozador: era amante de la política, de la música, del arte, una persona muy multifacética".
"Cada vez que íbamos a Blue Note, como ella era mucho más matea que yo, escogía el día en función de las bandas que tocaban. Era capaz de explicarme la característica esencial de cada una. Fuimos como seis o siete veces. Estuve en contacto con ella hasta como un mes y medio atrás, por WhatsApp. Hablamos abiertamente de su enfermedad, sus preocupaciones, sus dolores”.
La fiereza y la dulzura
La novelista Carla Guelfenbein escribe: “Conocí a Karen hace 15 años en una recepción en la embajada de Inglaterra. Fue allí donde la escuché -con ese semblante suyo de Blancanieves- encarar a un alto funcionario de gobierno acusándolo de haberla ignorado sistemática y campantemente en una mesa redonda que habían compartido hacía unas semanas. Lo dijo sin estruendos, sin trompetas, pero a la vez sin concesiones, tan solo dando cuenta de un hecho inadmisible. Eran tiempos en que las mujeres solíamos ser ignoradas sin más, y pocas de nosotras poseían el coraje que esa vez vi en Karen. Me impresionó tanto esa combinación suya entre fiereza y dulzura, que me acerqué a ella y le dije que estábamos destinadas a ser amigas. Y así fue".
"La vida nos unía de mil formas, desde las más banales (como nuestra obsesión por los zapatos), hasta las más “elevadas”. Una de ellas era sin duda nuestro amor por las palabras. Así como no tuvo concesiones con el funcionario, tampoco las tenía para las frases mal construidas, los verbos mal conjugados (esto en particular la exasperaba), para las comas y los acentos mal puestos, para los excesos y las florituras. En este afán, solíamos reírnos de ciertos escribientes venerados que pecaban, según nuestro parecer, de poco gusto en el lenguaje. Eran nuestras disidencias privadas, nuestras pequeñas concesiones de maldad. Tuve el privilegio de leer algunos de sus escritos, que, como todo en ella, poseían la hondura, la honestidad y el rigor de los grandes. Karen, como pocos seres en el mundo, caló mi corazón. Y es ahí donde permanecerá. Adiós, amiga.”