Cultura
Restaurant El Camino abre nueva versión en Pedro de Valdivia Norte
“Mi bisabuela tenía un diner en Estados Unidos, ella le pasó las recetas a mi abuela, y así de generación en generación, hasta mí”, cuenta Michelle Letelier Grossman. Hija de padre chileno y madre estadounidense, nació en Texas, a 15 minutos de la frontera con México. Llegó a Chile en 1994, cuando tenía 9 años, pero se ha mantenido siempre cercana a sus raíces y viajando seguido. Allá viven su abuelo, su hermana mayor, tías y primos.
La une a esta tierra no sólo los afectos, también la cocina. “Esta es mi comida casera”, dice mostrando el menú de El Camino diner, que, fiel a la oferta de los clásicos comedores estadounidenses, incluye pancakes con syrup, desayuno con tocino, hash browns (croqueta de papa rallada), huevos fritos, chilaquiles y english muffin sándwich.
Elsie Lou, su abuela, murió hace cinco años. “Anoté sus recetas. Me gustaría hacerle un homenaje”. De ella heredó el amor profundo por la comida que comparte con su hermana y sus tías. “Thanksgiving es una verdadera pelea por quien cocina más y mejor”, dice riendo. Estudió gastronomía en el Instituto Culinary, en Santiago, y ha vivido algunos periodos en Texas trabajando como cocinera en distintos lugares.
La primera cita de sus abuelos fue en un diner de El Paso que se llamaba El Camino. En honor a ese lugar en 2014 bautizó el restaurant que abrió junto a su socio Federico Campino en una casona con un gran patio ubicada en Avenida Italia. La propuesta era convertirse en el primer restaurante con barbecue al estilo tejano en Chile. Eso incluía carne cocinada en un ahumador durante más de 12 horas.
“Cuando anunciamos que abriríamos un restaurant así todo el mundo nos dijo que nos iría mal porque el chileno no come carne ahumada. Pero acá se come mucha carne, y en el sur también se cocina ahumado, asique no hicimos caso y fue un hit”, recuerda Michelle.
El local, con capacidad para unas 200 personas, tuvo mucho éxito; llegaron a tener 35 empleados y su brisket se convirtió en el rey del menú. La pandemia fue difícil, como para todo el rubro gastronómico, pero lograron sobreponerse activando un sistema de delivery y al relajarse las medidas sanitarias pudieron abrir gracias al patio.
En enero de 2022 recibieron una buena oferta por el derecho a llave, y decidieron aceptarla. “Una agencia nos contactó porque buscaban un local en Barrio Italia, a ver si nos tentábamos, y así fue”, cuenta Federico. Agrega que desde hace algún tiempo pensaban en irse de esa locación porque la onda del barrio había cambiado desde el estallido social.
“Venía mutando de una actividad diurna a más vida nocturna. Y eso se aceleró con el estallido porque cerró Bellavista y otros barrios del centro, y la gente se trasladó para allá”, explica. “Cambió hasta lo que la gente pedía. Estábamos perdiendo tiempo ahumando carne durante 16 horas para que nos llegaran a pedir chorrillana, schops y mojitos”, añade su socia. Y aunque conservaban parte de su fiel clientela, también había un cansancio acumulado tras los esfuerzos de sobrevivir a la pandemia. Decidieron cerrar para reinventarse.
Una de las alternativas era instalar una fábrica de ahumado, otra era abrir un diner. Optaron por lo segundo. “Íbamos a tener dos líneas de negocio, pero decidimos simplificar la operación y nos inclinamos por este proyecto que era más entretenido para nosotros. Lo importante es que estemos felices y no pensarlo tanto como negocio. Queremos tener un restaurante donde uno iría a comer y a tomar. Si no para qué lo estamos haciendo, sobre todo si vamos a estar acá 24/7. Que sea un lugar que uno disfrute. El otro local hace tiempo no era eso”, dice la cocinera.