El Festival de Cine Europeo cumple 26 años en nuestro país y es siempre una tremenda oportunidad para conocer cintas del Viejo Continente que no llegan habitualmente a la cartelera de cines locales y que no siempre se pueden encontrar en plataformas de streaming. Este año el festival se lleva a cabo desde el 5 al 16 de junio, de Arica a Punta Arenas, pasando por Valparaíso, La Serena y Valdivia, entre otras ciudades del país, con 30 películas y más de 100 funciones gratuitas.
Películas como Adú (España, 2020); La chimera (Italia, Francia, Suiza, 2023); Le petit Nicolas (Francia, 2022); y documentales como Werner Herzog: Radical Dreamer (Alemania, 2022) de Thomas von Steinaecker; y Polański, Horowitz. Hometown (Polonia, 2021), son algunos destacados de una nutrida oferta que incluye distintos géneros. La expansión del festival a gran parte del territorio nacional se debe a la alianza que se ha establecido con la Red de Salas de Cine de Chile.
El Festival de Cine Europeo es una actividad coordinada por la delegación de la Unión Europea en Chile, en conjunto con los centros culturales europeos de los países participantes, con el apoyo del Ministerio de Cultura, las Artes y el Patrimonio. Toda la cartelera en festivalcineeuropeo.cl
Un drama ochentero en Netflix
Dentro de las novedades de Netflix figura Eric, miniserie británica de seis capítulos protagonizada por Benedict Cumberbatch y Gaby Hoffmann, que cuenta la historia de un matrimonio cuyo hijo pequeño Edgar desaparece una mañana camino al colegio. El escenario es el Nueva York de los años ‘80 y la trama se mezcla con el trabajo del padre como titiritero de un programa de televisión tipo Plaza Sésamo, y la creación de un nuevo personaje que será crucial en la búsqueda del niño.
Dirigida por Lucy Forbes y con guion de Abi Morgan, la banda sonora acompaña y llena de nostalgia ochentera la historia.
Romper el silencio
No quería parecerme a ti es el primer libro de la periodista chileno-brasileña Amanda Marton (Sao Paulo, 1993). Aquí hay coraje: la autora se sumerge en su propia historia, en esa parte donde le tocó habitar con dolor, con sombra, con tantas preguntas encima. Es, de alguna manera, escribir para ajustar cuentas. Para entender. Para tener respuestas. Romper el silencio como una forma de sanar.
Cecília, la madre de Amanda, tiene esquizofrenia. Se le desató cuando estaba embarazada de ella; y en los años siguientes ha tenido brotes en los cuales esta hija única ha sido testigo y cuidadora. Como Amanda escribía -aprendió muy precozmente-, fue registrando en palabras lo que veía y sentía. Primero con la inocencia de una niña, luego con la incomodidad de una adolescente, después con las reflexiones profundas de una adulta. En esos apuntes, que van de la desesperación al consuelo, está el esqueleto más personal de este libro.
Hace unos años, Amanda decidió reconstruir esta historia; darle unidad como quien arma un rompecabezas, con piezas repartidas aquí y allá, sin la seguridad de encontrarlas todas. Partió con un texto periodístico que publicó en 2018 en la revista digital argentina Anfibia (de la cual hoy es la editora en su versión chilena). Pero no fue suficiente. Había tanto más por contar.
Entonces emprendió la tarea de escribirla largo: además de completar su propia historia -entrevistó a la madre, al padre, a familiares, a amigos-, recopiló información médica, antecedentes de la enfermedad, testimonios, datos sorprendentes. Y nació este libro -publicado recién por Ediciones B-, que en sus 239 páginas mezcla crónica, ensayo biográfico y divulgación científica.
Hay confesiones, hay críticas, hay mea culpas. Hay miedos. Hay rabia, hay tristeza, hay comprensión. Y hay, sobre todo, amor. Sí, porque finalmente esta es una historia de amor de una hija hacia su madre; su mainha, como la llama Amanda. Como si eso fuera el mejor refugio para recuperar la calma y aceptar, sin dramatismos, lo que les toca. Escribe Amanda en el libro: “Me gusta pensar en que la vida puede crecer alrededor de su diagnóstico. Lo pienso como si fuera un árbol con una cicatriz en el centro. La cicatriz es un recordatorio de algo que cambió, o se perdió, y es una parte integral del árbol. Al igual que su enfermedad se convirtió en una parte inherente de nuestra familia”. Por Patricio De la Paz.